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Glaucoma, el 'ladrón de la vista'





 ¿Qué es el glaucoma?



El glaucoma es una enfermedad que puede dañar el nervio óptico (el que traslada la información desde el ojo hasta el cerebro), causando la pérdida de visión e incluso la ceguera. Se trata, de hecho, de la segunda causa de ceguera en todo el mundo y se teme que con el progresivo envejecimiento de la población pueda llegar a duplicarse en la próxima década. La parte frontal del ojo está llena de un líquido claro llamado humor acuoso, que se produce constantemente en la parte posterior. Esta sustancia sale de la cámara anterior a través del ángulo que forma la unión de la córnea y el iris, fluye a través de una malla parecida a un colador y sale del ojo. Sin embargo, a veces, el líquido pasa lentamente a través de la malla y se acumula allí. Esto provoca un aumento de la presión en el interior del ojo que puede llegar a dañar el nervio óptico, que conecta la retina con el cerebro. A medida que el nervio se deteriora, se desarrollan puntos ciegos en el campo de visión que comienzan afectando a la visión periférica (los laterales). Este proceso puede pasar inadvertido durante algún tiempo hasta que el paciente comienza a perder algo de visión, a ver como a través de un túnel. Por ello, un diagnóstico precoz es vital para detectar y tratar el glaucoma a tiempo; si no, el campo de visión se irá estrechando más y más hasta afectar a la parte central y degenerar en una ceguera total.

 ¿Se puede prevenir?

No existe ninguna forma actualmente para prevenir el glaucoma, por lo que es necesario un adecuado seguimiento de la vista para detectarlo a tiempo, tratarlo y frenar así la pérdida de visión que provoca. La mayoría de los glaucomas son asintomáticos. Este desarrollo silencioso es lo que le ha valido el nombre de 'ladrón de la vista'. Estas precauciones deben extremarse especialmente en el caso de personas con antecedentes, sujetos de raza negra, personas mayores de 60 años, diabéticos o quienes ya hayan sufrido un ataque agudo en un ojo. Las investigaciones más recientes están dirigidas precisamente a detectar, tratar y prevenir precozmente la pérdida de visión en pacientes con glaucoma; algunos estudios, por ejemplo, han descubierto ciertos genes que ayudan a comprender cómo se producen los daños sobre el nervio óptico. El Instituto Nacional del Ojo de EEUU también está estudiando el perfil de las personas más susceptibles a padecer glaucoma.

 ¿Cómo se trata?

Es importante saber que el glaucoma no se cura. Todos los tratamientos disponibles están dirigidos a reducir la presión en el interior del ojo para evitar que continúe la pérdida de visión, no para recuperar la que ya se ha perdido. La mayoría de los pacientes pueden ser tratados sólo mediante gotas, aunque en algunos casos es necesario recurrir a la cirugía. Hasta hace no mucho, los colirios que se empleaban para el glaucoma podían provocar visión borrosa, pero los fármacos actuales tienen pocos efectos secundarios y están disponibles también en forma de pastillas. Es importante cumplir con el tratamiento regularmente para frenar el deterioro de la visión y aplicarse las gotas tal y como le indique su especialista. Debido a que 'no sienten nada' algunas personas están tentadas a dejar las gotas, o se olvidan de echárselas. En otros casos es necesario recurrir a la cirugía para tratar de reabrir canales en la malla del ángulo y facilitar así el fluir del líquido. Se trata de un procedimiento indoloro que puede llevarse a cabo mediante láser o bien por una cirugía convencional.

¿Qué tipos de glaucoma existen?

*Glaucoma de ángulo abierto o crónico : Esta variedad suele darse en las familias y el riesgo es mayor en personas con antecedentes del problema. El riesgo es mayor en personas de raza negra, en los sujetos que han sufrido alguna lesión grave en el ojo, diabéticos y mayores de 60 años.

*Glaucoma de ángulo cerrado o agudo:  Esta variedad se caracteriza por un súbito cambio de posición del iris, que bloquea la salida del humor acuoso y hace que la presión del ojo aumente brusca y dolorosamente. Entre los síntomas que permiten reconocerlo destacan el enrojecimiento e inflamación del ojo, la visión borrosa y las náuseas y los mareos. Se trata de una situación urgente que requiere acudir al hospital más cercano para que un especialista despeje ese bloqueo. Para ello se recurre a una intervención denominada iridotomía, que consiste en abrir un nuevo canal en el iris para aliviar la presión interna y evitar un nuevo ataque.

 *Glaucoma congénito : En este caso, los niños nacen ya con un defecto en el ángulo del ojo que dificulta el paso del líquido. Este glaucoma puede reconocerse por la excesiva sensibilidad a la luz o el lagrimeo excesivo de los pequeños y requiere corrección mediante cirugía. Una intervención que se lleva a cabo con anestesia y sin dolor para el paciente.

*Glaucoma secundario : Puede desarrollarse por la complicación de otras enfermedades del ojo, como la uveítis (una inflamación ocular), las cataratas avanzadas, ciertas lesiones o incluso el uso de algunos fármacos corticosteroides.

¿Cómo se diagnostica?

Acudir a revisiones periódicas es fundamental para detectar a tiempo la presión intraocular. Para ello se realiza un examen completo que incluye pruebas de agudeza visual (para medir la vista a diferentes distancias), de medición del campo visual (para comprobar la visión lateral), mide asimismo la densidad de la córnea, la presión del ojo (con una prueba llamada tonometría) y comprueba si existen daños en la retina o en el nervio óptico (generalmente dilatando las pupilas).